jueves, 1 de diciembre de 2011

#67

Estos versos no te darán cobijo.
No te traerán el perdón que buscas.
No harán dinero ni bienes,
ni tabaco ni vino.
No harán sombra,
ni justicia.
No la traerán de vuelta
ni resucitarán a las golondrinas que,
oscuras, se ahogaron en aquel río.
No traerán calor
ni llenarán la cama.
No contendrán tus lágrimas
ni provocarán tu sonrisa.
No sacudirán de ti ni un ápice del dolor
que se te pega a la piel.
Estos versos no valen para nada,
no valen nada.



Y sin embargo.

martes, 5 de abril de 2011

#66

Las escarpias

como escarpias me pones.

Las luciérnagas de neón.

Tu piel en full HD,

tu voz en dolby surround.

Y en vez de mariposas,

un siete cuatro siete en el estómago.

Así que la redacción

no se hace responsable

de posibles pérdidas

momentáneas de razón

si vuelves a tocarme.


lunes, 4 de abril de 2011

#65

Lo siento,

pero no me quedan sutilezas.

Llevo solo

palabras en bruto,

bordes cortantes

y malsonancias.

Y no quiero nada más.

martes, 29 de marzo de 2011

#64

No te preocupes por esa pequeña gota,

no le prestes atención.

Ni caso a ese leve temblor,

al gemido ahogado,

a la fisura desperezándose

bajo tus pies.

Obvia el corazón

arrastrándose por el suelo

y la esperanza que no termina

de nacer.

Sé que es incómodo,

pero tranquilo.

Sólo es la vida.


Luego pasa.

lunes, 14 de marzo de 2011

#63

Escribir determinadas cosas

requiere a veces tanta tinta

que después sólo queda esperar

a que encuentren la pluma quebrada,

la mancha reseca

y tu cadaver desangrado

sobre el papel.

martes, 8 de marzo de 2011

#62

A Jack no le molestaba el aspecto sucio y decadente de su habitación de motel. No le molestaba la luz rojiza del cartel que anunciaba que en el local de enfrente era posible emborracharse mientras uno observaba cómo se desnudaba una chica detrás de otra, a pesar de que parpadeaba de un modo irritante y estaba colocada de manera tal que caía directamente sobre la almohada. Tampoco le molestaba el hecho de que el televisor de pago no fuese capaz de mantener la emisión durante más de siete segundos sin perder la señal, ni la cama con una pata rota, ni el continuo zumbido del extractor del baño hora tras hora. A Jack todo eso le daba igual.

Lo único que le molestaba, lo que le carcomía el alma y le enfadaba en un grado supremo, era la pequeña mancha de humedad que se había instalado sigilosamente en la pared de la habitación. Aquella sombra de un par de centímetros que iba ganando terreno tan despacio que podría decirse que se mantenía siempre del mismo tamaño. Pero Jack sabía que no era así, que la mancha crecía imperceptiblemente día tras día. Y le podía, le exasperaba, le derrotaba. Porque aquella mancha de avance imparable le recordaba con su intromisión que más allá de aquellas cuatro paredes existía un mundo y tarde o temprano, la fuerza del cambio despiadado e inexorable acabaría por atraparle también a él.

sábado, 5 de marzo de 2011

#61

Según la versión oficial

la fractura de fémur

se debe a mi heróica intervención

para salvar a un gatito asustado

de las despiadadas ruedas

de un camión descontrolado.

Eso, para los demás.

Entre nosotros,

es que tropecé

con ese te quiero accidental

que se te cayó la otra noche.

Y acabo inventando excusas

porque sinceramente,

he perdido la cuenta

de las veces que van ya

con la misma piedra.

martes, 1 de marzo de 2011

#60

No entiendo tanta apariencia:

todos llevamos la rabia

tallada en el alma,

marcada a fuego.

Y se escandalizan sin motivo,

ponen el grito en el cielo,

porque haremos un mundo mejor

destrozándolo.

lunes, 21 de febrero de 2011

#59

Si eres la lluvia

que riega la flor de los almendros,

la que limpia

los bosques más oscuros,

la que inunda

los páramos vacíos,

la que calma

los aullidos de las bestias,

con la que sueñan

los náufragos sedientos.

La gota que duerme

en el cristal de mi ventana,

la piel de plata

que cubre con su manto las aceras,

la que llueve a sol y sombra,

la que me llueve dentro.

Si eres ella,

si eres tú,

por favor, por favor,

dame de beber.

viernes, 18 de febrero de 2011

#58

Un día, con doce años, Adrián salió de su habitación con un cordón negro en el cuello a modo de colgante. No tenía ninguna joya ni adorno, a excepción de una serie de nudos repartidos por toda la extensión de la cuerda. Sus padres le preguntaron al respecto, pero él se encogió de hombros y sin dar más explicaciones, dijo que le gustaba.

Desde entonces, todos y cada uno de los días de su vida llevó aquél cordon negro con nudos al cuello. Varias personas quisieron saber el por qué de tan extraño adorno, pero él siempre daba una respuesta parecida. Nunca le explicó a nadie el tema del cordón, y tal vez no tenía nada que explicar. Sin embargo, aquellos que llegaron a conocerle el tiempo suficiente se dieron cuenta de que muy de vez en cuando, el número de nudos disminuía. Sencillamente un día había un nudo menos que el día anterior. Por supuesto, aquellos que lo notaron sabían a esas alturas que preguntar era algo inútil, así que no lo hicieron.

La vida de Adrián fue como tantas otras. No fue una vida digna de una novela de aventuras, ni mucho menos. Tuvo sus éxitos y sus fracasos, por supuesto. Más fracasos que éxitos, como suele ser habitual, pero fue una vida al fin y al cabo. Tampoco vivió demasiado.

Lo único sorprendente fue que cuando le encontraron muerto en su cama, se dieron cuenta de que el cordón de Adrian descansaba liso, sin un solo nudo, sobre su cuello sin vida.

martes, 15 de febrero de 2011

#57

Bien pensado,

cuando pierdes siempre

ganar debe ser un incordio.

Imagínense el panorama.

Cambiar los cartones

por el champagne,

el humo por la colonia,

la cama vacía

por el ardor en la piel.

Los bares por el amor,

el blues por el vals.

Pero por si acaso,

háganme el favor:

ni se les ocurra

mencionarme el destino

si no es para hablarme

de la puta de su madre.

domingo, 13 de febrero de 2011

#56

El corazón en estado de sitio,

en huelga de hambre.

Las nieves perpetuas

del ventrículo derecho,

las arenas del izquierdo.

El soplo convertido en huracán.

La arritmia habitual

y la aorta desangrante.

El corazón esperando un pálpito,

sólo uno.

Pero roto no, eso no.

Eso nunca.

domingo, 6 de febrero de 2011

#55

De hoy no se salva nada ni nadie,

ni un solo segundo.

No se salva ni Cristo, ni estos versos.

De hoy no salva ni quien pueda.

De hoy sólo queda esperar

a que sea mañana,

para que hoy sea ayer

y podamos salvarnos.

miércoles, 2 de febrero de 2011

#54

Querida querida:


no escribo para confesarme,

ya sabes que eso nunca me ha hecho falta.

Es más por continuar

con esa afición mía de molestar

que tanto te molestaba.


¿Recuerdas el jarrón de porcelana

que tu gata rompió aquella noche?

En realidad me desperté con ganas de fumar

y no quise encender la luz.

Ya sabes, es un incordio.

Así que supongo que fui yo

quien chocó contra la mesilla.


¿Y cuando compraste aquel vestido rojo,

tu favorito, y me preguntaste

si te hacía gorda?

Te dije algo así como “estás preciosa,

que suerte que seas mía”.

Espero que no me creyeses.

Te hace poco menos que una foca.


Ah, y otra cosa.

¿Te acuerdas de cuando mirándote a los ojos,

te sonreía y murmuraba un “te quiero”?

Era mentira.

Es que lo vi hacer muchas veces

en las películas de Hollywood,

y siempre creí que sería un buen actor.


Nada más.


Te quiero, yo.

(Vaya, lo siento. He vuelto a hacerlo.)

martes, 1 de febrero de 2011

#53

…Ya ve, señora, entre los taxistas hay de todo. He visto compañeros llevar a gente que lo necesitaba sin cobrarles un duro, y a otros dar una vuelta por toda la ciudad a unos pobres despistados. Pero eso no quiere decir que todos seamos unos timadores ¿eh?. No vaya usted a llevarse esa impresión. Yo mismo he ido a recogido gente que por una cosa u otra no me salían rentables, pero me daba pena dejarles en la calle, muriéndose de calor o de frío según fuese la estación del año. Y sin embargo, por muy bueno que seas todavía hay gente que no quiere dejarte trabajar, ¡incluso dentro del mismo gremio! Será cosa de la crisis, pero no vea los problemas que he tenido yo con otros taxistas. ¡Como si por tener narcolepsia no tuviese derecho a un curro digno! ¿Qué, cómo dice? ¿Que la deje aquí? ¡Si está a más de veinte minutos andando de la dirección que me indicó! ¿Seguro? Bueno, bueno, son tres con cuarenta. Aquí tiene. Buenas tardes.

(Puerta que se cierra)

De verdad, la gente cada día está más loca.

domingo, 30 de enero de 2011

#52

Cuando te conocí,

tu prospecto rezaba

“cura para todos los males”.

Y sin pensarlo

tomé las dosis indicadas de ti.

Pero claro.

La automedicación nunca fue buena

y yo jamás tuve receta.

Así que ahora sé,

gracias a una arritmia permanente,

que debí leer también

tus defectos secundarios.

viernes, 28 de enero de 2011

#51

De noche, mientras algunos duermen y otros no,

yo me dedico a deshojar Margaritas.

Y Rosas, y Amapolas y Violetas.

Y Azucenas. Y algún viaje con Macarena.

Y Lauras y Marías,

y alguna flor sin nombre.


He dejado sus pétalos en la cama,

en los baños de los bares,

en el asiento de atrás,

esparcidos por portales.


Ya saben, el juego de siempre.


Mi problema es que al final,

nunca me acuerdo de preguntarles

si me quieren o no me quieren.

jueves, 27 de enero de 2011

#50

A puñados me vivo.

A raudales, a caladas.

A mordiscos.

Me existo

como si fuese a existirme

sólo una vez.

Me soy ahora,

sin relojes ni calendarios.

Y mi medalla es que

como a puñados me vivo,

a latidos me muero.

lunes, 24 de enero de 2011

#49

Álvaro jamás entendió

por qué le encerraban a él,

si los locos

eran todos los demás.

sábado, 22 de enero de 2011

#48

Mi victoria no es, sin duda,

haber llegado hasta aquí.

Mi victoria no la forman mis bienes

ni mis pupilas,

ni mis conocimientos traspapelados.

No consiste en mis amaneceres.

No son mis gritos ni mis huesos,

ni mis palabras necias,

ni mis oídos sordos.

No reside en mi deficiente uso

de los pronombres personales.

Ni siquiera es, con perdón,

conoceros a vosotros,

ni conocerte a ti.

Mi victoria es, simplemente,

saber que perdí hace mucho tiempo.

jueves, 20 de enero de 2011

#47

Pedro tenía un problema de identidad tremendo, de esos que aparecen en los libros de psiquiatría. Lo mismo se creía un caballo y se pasaba el día relinchando, como se transformaba en un semáforo y te lo encontrabas en cualquier paso de cebra cambiándose continuamente la camiseta roja por la verde, la verde por la amarilla, la amarilla por la roja, y otra vez a empezar. Fue de todo: ministro, caja, tubería, corredor de maratón, despertador, marinero, alfombra, perro, electricista, zapatilla, pollo en pepitoria, espeleólogo, tenedor, mesilla de noche, funambulista, pizarra, catador de vino (al día siguiente fue sufridor de resaca), autobús urbano, sombra, panadero, árbol, luciérnaga, cardenal, besugo, lentejuela, buzón de correos …

Hasta que un día le tocó ser libre, y no se le volvió a ver.

miércoles, 19 de enero de 2011

#46

A veces te vas

y sin saberlo te quedas.

A veces te vas

y aunque te vayas,

te quedas con los que se quedan.

Y ríes con ellos cuando ríen

aunque no sepas que ríen,

sus cigarros son tus cigarros,

sus cafés tus cafés,

y la silla vacía en la mesa

no está vacía.

Y las noches de fiesta

siempre una copa de más,

por quien echas de menos.

A veces te vas

y, sin saberlo,

nunca te has ido.


Vete.

Pero nunca te vayas.

viernes, 14 de enero de 2011

#45

Nunca entendí eso de “qué vida más perra”.

En sentido peyorativo, quiero decir.

Todo el día desnudo,

comiendo aquí y allá.

Rascándote cuando te venga en gana,

olisqueando traseros.

Ladrando gratis

y mordiendo sin explicaciones.

A lo sumo a uno lo sacrifican,

que sigue siendo mejor

que dejarse morir lentamente.

martes, 11 de enero de 2011

#44

Su voz era tan límpida que cada vez que las palabras salían de su boca, el aleteo de los pájaros sonaba como millones de tambores tronando al unísono. Su voz era agua, era luz. Era la pureza misma, más leve y más frágil que una gota de lluvia en el instante antes de estrellarse contra el suelo. Era el hilo de oro con el que se unen las palabras sagradas que ya nadie pronuncia. Su voz era cristal de bohemia materializándose en el aire una fracción de segundo, y desvaneciéndose ante tus ojos antes de que estuvieses seguro de lo que habías visto.

Hasta que dijo “te quiero”, y quebró el cristal en mil pedazos.

miércoles, 5 de enero de 2011

#43

Cómo duele mirarte tan parada, tan perpetua,

mientras la luz se estrella contra tu piel.

Cómo se quejan mis manos de no saberte,

de no destrozarse en tu cuerpo.

Cómo se me rompen las palabras

y se desangran en tinta negra,

seguras de no llegar nunca a decirte nada.

Qué innecesario se vuelve mi tiempo,

al saber que jamás moverás una sonrisa por mí.