viernes, 31 de diciembre de 2010

#42

No te atrevas a soñar conmigo.

No te acuerdes de mí cuando vayas por la calle

ni recuerdes mis palabras del otro día.

No me imagines desnudo en tu cama,

ni enjabonándote el pelo.

No pienses en lo que diría si te viese

disfrazada de caperucita.

No mires mis fotos

y ni se te ocurra echarme de menos.

Que yo también quiero vivir

cada momento que vivas conmigo.

jueves, 30 de diciembre de 2010

#41

En el fondo del lago yo supe un tesoro.

En la cueva más honda, en lo más oscuro.

En el fondo del lago supe un tesoro y quise tenerlo,

así que buceé hacia la tierra bajo el agua

donde la luz se deshace,

hasta que mis pulmones quedaron vacíos.

Y seguí buceando,

y morí en aquel lecho, junto a mi tesoro,

y me dio igual.

Porque una vez alcanzado no necesité la vida para nada,

y dejé que las algas nos cubrieran juntos para siempre.

sábado, 25 de diciembre de 2010

#40

En mitad de una callejuela vacía, ella bailaba con la sombra que dibujaba la vela cansada de aquel farolillo triste. A lo mejor por eso bailaba triste, como si por mucho que se acercase nadie ella fuese a estar siempre en otro lugar, alejada de todo aquello. Como si la música que inundaba su silencio nunca fuese a escucharla nadie más. Sin saber bailar, la agarré de la muñeca con un giro y la enganché a mi cuerpo. Y escuché aquél tango olvidado que alguna vez había intuido entre mis propios silbidos cuando me creía a solas.

Sobre los baldosines mojados arremetimos con pasos de baile que salieron de la nada, seguros de no estar allí. Solos, bailamos durante horas, días. Meses. Años enteros. Bailamos como locos sabiendo que aquella música no sonaría nunca más para nadie, que cada nota perdida no se escribiría jamás en ninguna partitura.

Bailamos, hasta que la vela murió de vieja y la música se deshizo literalmente en el aire, y perdí su tacto en la oscuridad. Y nunca llegué a saber si aquella noche gané algo, o perdí lo poco que me quedaba.

jueves, 23 de diciembre de 2010

#39

Deja que te recen si quieres,

que te rocen.

Que te adoren los creyentes y los paganos.

Dales todos tus sacramentos,

permíteles profanar tu templo

si ese es tu deseo.

Pero deja tus reliquias para mí,

tus milagros, para mí.

Atiende sólo mis plegarias.

lunes, 20 de diciembre de 2010

#38

Por supuesto que me acuerdo de aquél día, no vea la que se lió. Que luego ya sabe cómo somos, y con un par de bacanales se pasan los males. Pero sí, me acuerdo perfectamente: cuando yo llegué ya estaba todo el estropicio montado, los fragmentos del desastre esparcidos por el suelo y un montón de gente corriendo de aquí para allá. Pregunté a Héctor que qué había pasado y me apartó de un manotazo con un “a mí qué me dices, creo que lo ha roto Edipo, si ves a Aquiles avísame”. Edipo, que ya estaba así cuando él llegó, que seguro que había sido el cabrón de su padre pero que había visto a Medusa salir pitando de allí dos minutos antes de que él llegase. Medusa que claro, que cómo no iba a chocarse con las cosas con esas gafas de Sol que le habían puesto, pero que ella no había sido, aunque olía a Ícaro y cera derretida, lo mismo un aterrizaje mal hecho. Ícaro, empotrado a dos metros de altura en una columna dórica, que si de verdad pensaba que llegaba a tirar nada desde ahí arriba, pero que había visto a Prometeo prendiendo cosas por ahí cerca. Prometeo que qué va, que seguro que ha sido Pegaso que se encabrita y no controla. Y Pegaso que nanai, que eso ha sido el tábano al posarse donde no debe. Así que todo el mundo a buscar el tábano, y el tábano que no aparece, y nos quedamos sin saber quién había sido el culpable.

Claro, que en realidad daba un poco igual. Lo que nos preocupaba era otra cosa. Porque a ver quién tiene huevos de decirle a Pandora, con la mala leche que se gasta, que “alguien” le ha roto su cajita.

sábado, 18 de diciembre de 2010

#37

La última vez que te lloré unos versos

los tendí al Sol para que se secaran

y me robaron las palabras.

Así que a partir de ahora,

tendrás que conformarte

con mi silencio.

jueves, 16 de diciembre de 2010

#36

Ríe fuerte cuando caigas.

Ríe tan fuerte que todos sepan que caíste,

porque después del vendaval

el trigo quedará limpio

y el Sol descongelará los corazones helados.

Ríe porque el guerrero caído volverá a levantarse,

y la espada brillará de nuevo

con el clamor de la vida renacida.

Y no quedarán sombras que temer.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

#35

A veces me pregunto si te acordarás de mis palabras.

Ya sabes, esas que te dije que antes no dije.

Esas palabras que adormecía cada noche en tu oído,

que tallaba con cuidado en el aire

para no romper el silencio.

O de esas que no dije.

Me pregunto si te acordarás de esas palabras

que ahora son sólo palabras.

domingo, 12 de diciembre de 2010

#34

La noche que ocurrió todo, Carlos volvía a su casa después de una discusión con su recién adquirida ex novia. Caminaba despacio, con la mirada fija en los dibujos de la acera mientras su cabeza se dedicaba a recordar dolorosamente cómo se había esfumado lo que él pensaba que sería eterno. Vamos, que no hacía ni caso a lo que pasaba alrededor. Por eso no fue hasta que tropezó con algo tirado en el suelo que supo que pasaba algo raro. “Hay que ser gilipollas”, maldijo para si mientras se sacudía la camisa que se le había enredado en el pie, provocando aquel pequeño traspiés. Pero en ese momento vio unos pantalones con cinturón y unos zapatos con calcetines dentro justo al lado, colocados de una manera curiosa. “Qué extraño” pensó mientras avanzaba unos pasos sólo para encontrarse con una estampa parecida unos metros más allá: un vestido azul, unos zapatos de tacón y un sombrero blanco tirados en la calle. De golpe, se dio cuenta de que no se oía ni un ruido. Se acercó a los coches parados en la carretera, y en todos encontró únicamente ropa tirada en los asientos. La gente, simplemente, se había derretido. Y sin un motivo aparente, se acordó de aquél mago que le dijo, a los siete años:

- El día que pienses que no te queda nada, tendrás el mundo entero para ti.

Y así fue. Aunque siempre sospechó que en algún lugar del planeta había un mago sonriendo.

martes, 7 de diciembre de 2010

#33

Un clavo,

dos clavos,

tres clavos,

cuatro clavos.

Cinco clavos.


Supongo que el refrán era falso.

porque por más que lo intenté,

no conseguí sacarte.

viernes, 3 de diciembre de 2010

#32

Mi tiempo perdido

no lo compone

el tiempo

que pasé contigo,

sino el que no pasaré.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

#31

Diciembre llegó con la fuerza de los perdidos,

con los tambores de los caídos palpitando en las venas,

con su infinito silencio y sus sombras blancas.

Y tú gritaste en el abismo un nombre que no era el mío

y yo, en vez de buscarte en la ventisca,

seguí bailando con los témpanos,

arropado por las nieves perpetuas.