lunes, 29 de noviembre de 2010

#30

A Jorge siempre le daba vergüenza ducharse con Sonia. Podían haber pasado la noche entera (una de tantas) haciendo el amor como locos, sin un respiro. Podían haberse recorrido enteros el uno al otro millones de veces jugando entre las sábanas. Daba igual: a la hora de meterse a la ducha, él siempre se esperaba a que ella estuviese dentro, entraba corriendo y se pegaba mucho para que la chica no pudiese ver más que sus ojos azules llenos de champú. Y Sonia sonreía y le abrazaba fuerte, porque aquello le parecía lo más tierno del mundo.

Y aunque ella nunca lo supo, él se dio cuenta meses después de ver cómo se marchaba: el día que Jorge se atrevió a entrar con ella en la ducha fue el día que Sonia dejó de quererle. Y sus ojos recordaron el champú, y se le llenaron de lágrimas.

viernes, 26 de noviembre de 2010

#29

Quiero hablar magia

cada vez que abra la boca.

Poder invocarte una sonrisa con ocho letras

y una lágrima con tres.

Sacarte de nada por aquí

un ramo del papel,

y otro cigarro, y otra copa.

Un truco o trato a quemarropa.

Un abracadabra

en cada palabra.

jueves, 25 de noviembre de 2010

#28

El caso de Natalia siempre fue curioso: cada vez que estornudaba se quedaba un buen rato callada, claramente alucinando por lo que acababa de pasar. De pequeña aquello era una auténtica monada, porque se paraba en seco, y trataba de mirarse la nariz a ver si seguía en su sitio. Sin embargo, aquel extraño síndrome no desapareció con el tiempo, y todos sus conocidos tenían una juerga considerable con el tema. Y ella siempre les decía “un día me va a pasar algo, y veremos si os reís”.

Como si de una auténtica profetisa se tratase, Natalia acertó desde pequeña: un buen día, al cruzar una calle, un fuerte picor atravesó su nariz provocando un enorme estornudo. La chica se quedó parada, como si no estuviese allí, hasta que un camión de marisco se la llevó por delante. Pero que nadie sienta pena, Natalia no se enteró de nada e incluso dio una lección al resto. Todavía llorando su muerte en el funeral, sus familiares y allegados sufrieron un susto espantoso cuando ella, tumbada en su ataúd, se dio cuenta de lo que había pasado y tuvo un tremendo ataque de risa que desalojó la iglesia entera en un momento.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

#27

Cuando ya me creía curado

resulta que tus labios rojos,

tu pelo más largo desde la última vez

y ese cigarrillo a medio terminar,

aun en una foto y a distancia,

me dieron cáncer de corazón

terminal, al menos esta noche.

martes, 23 de noviembre de 2010

#26

Hoy las letras me saben a sal,

las palabras me miran raro.

Hoy las poesías me salen mal,

no hay quien las haga pasar por el aro.


Se me pegan las sílabas en la almohada,

he perdido las tildes y los acentos,

se me quedan las frases enredadas.

Tengo las rimas hundidas en cemento.


Y es que con tanta huelga de celo de mis musas,

estoy empezando a quedarme sin excusas.

martes, 16 de noviembre de 2010

#25

Esta noche tú serás mi religión

y yo tu mesías,

quien separe tus aguas

y arremeta a mordiscos

contra tu manzana prohibida.

La voz que clame en tu desierto,

tu vida eterna entre gemidos.

Esta noche tiraré yo la primera piedra,

y seremos la Santísima Trinidad

encerrada en un número par.

Y mañana, que nuestros pecados nos condenen.

jueves, 11 de noviembre de 2010

#24

El día que el mundo se quedó sin ideas era martes, y en algunos sitios llovía y en otros no. Ocurrió de golpe, sin avisar: en Bogotá, un niño de nueve años pensó que el mundo podría quedarse sin ideas en algún momento, y esa fue la última vez que alguien pensó algo nuevo. Por supuesto, nadie se dio cuenta de lo que había pasado. Simplemente, los días se fueron volviendo cada vez más grises, los libros más aburridos, y las televisiones se quedaron como estaban, para variar. Pero a fin de cuentas, siempre nos quedará el Salsa Rosa y el Facebook.

lunes, 8 de noviembre de 2010

#23

Confieso que no me confieso

desde la última vez que me confesé.

Y seguramente no vuelva a hacerlo

hasta la siguiente.

viernes, 5 de noviembre de 2010

#22

Vivir a capa y espada.

Vivir del puño o la letra.

Vivir del cuento.

Vivir así o asá,

vivir cerca o lejos.

Vivir como sea.

Pero vivir sabiendo que la vida

con sangre entra.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

#21

A diferencia de la mayoría,

el tiempo no consiguió

convertirme en un canto rodado.

En mi caso,

los golpes sólo sirvieron

para afilarme las aristas.

#20

El día que Jorge consiguió escapar del manicomio no imaginaba lo cerca que estaba de cambiar su vida. Tras despistar a los guardias, se dirigió al único parque de la ciudad en el que no habitaban esos leones turquesas que todo el mundo parecía ignorar. A esas horas esperaba encontrar el lugar completamente vacío, pero sentada sobre el charco más grande estaba Julia, una loca a la que todavía no habían encerrado. Él se acercó andando hacia atrás (para despistar en el caso de que alguien le siguiese), y dijo dando vueltas sobre si mismo:

- ¿No te parece irónico que el tres odie el rojo?

- Los cactus, en realidad, son de una goma muy dura – contestó ella.

Por supuesto, tras aquella conversación quedaron perdidamente enamorados. Desde esa misma noche desaparecieron por completo de la faz de la Tierra y nadie volvió a saber de ellos. Pero ¿a quién le importa? Al fin y al cabo, sólo eran dos locos.

lunes, 1 de noviembre de 2010

#19

De entre todos tus colores,

sólo me dejaste elegir uno.

Así que muy a mi pesar,

de entre el blanco de tu piel,

el violeta de tu sonrisa,

el azul de tu tacto,

el verde de tu olor,

el rojo de tu espalda,

el naranja de tus despertares

y el turquesa de tus besos,

decidí quedarme con el único

que nadie podría quitarme.

Y me pinté con el negro de tu recuerdo.