viernes, 29 de octubre de 2010

#18

Esa noche alguien tiró una bomba. Y no me refiero a una de estas de juguete, que rompen un par de cristales, hacen un poco de ruido y se acabó. No, me refiero a una de esas que dejan un agujero tan grande que luego toca rehacer los mapas y es un fastidio. Bien, pues esa noche alguien tiró una bomba, pero fuese quien fuese tuvo realmente mala suerte: todos los habitantes de la ciudad estaban dormidos y ninguno de ellos se enteró de que se moría. Así que a la mañana siguiente, todos hicieron como si nada y siguieron viviendo.

jueves, 28 de octubre de 2010

#17

Nunca supe qué quería ser de mayor

hasta que aquella noche tan oscura

me dijiste que querías ver las estrellas

y me hice cazador de nubes.

Me dediqué, en cuerpo y alma,

a recoger una por una cada nube que encontré.

Me di cuenta un poco tarde

de que, entre tanta niebla, te había perdido.

Y me quedé yo solo

en mitad de la noche estrellada.

miércoles, 27 de octubre de 2010

#16

Por mucho que lo intentó, Gabriel nunca llegó a ser escritor. Y no es que no tuviese buenas ideas o no fuese capaz de expresarse de una manera correcta, hasta bonita. El problema de Gabriel era infinitamente más grave: hiciese lo que hiciese, sus protagonistas acababan suicidándose. Daba igual la situación inicial, que el protagonista estuviese locamente enamorado o que fuese rico, el final siempre era el mismo. Por norma general optaban por un tiro en la cabeza, pero también se habían dado caso de ahorcados, saltos desde un quinto o lanzamientos contra autobuses varios.

Tras intentarlo una y mil veces (todas con funesto resultado), un montón de médicos, psicólogos y fármacos, la frustración de no poder alcanzar su sueño acabó siendo demasiado grande: Gabriel agarró un revolver, se sentó en la azotea, se rió una última vez y apretó el gatillo.

Fue justo en el momento en que la bala le atravesaba el cráneo que se dio cuenta de que en algún lado existía alguien con el mismo problema que él.

domingo, 24 de octubre de 2010

#15

Cójase una cuerda resistente,

una chica bonita, dulce e inteligente,

dinero en abundancia,

un coche, una casa con piscina

unas vacaciones en la playa,

y un par de niños.

Agítense en un tarro

hasta que la mezcla sea homogénea,

y tendrá usted una relación maravillosa.

Y sí, exactamente.

La cuerda es para ahorcarse

cuando ella le deje por su profesor de aeróbic.

#14

Óscar posee una mente increíble. Tiene una lucidez y una facilidad de pensamiento que parecen fruto de un milagro. Da la impresión de que conoce todos los secretos del Universo, y hace tiempo que respondió a sus propias “¿quién soy?”, ¿de dónde vengo?”, “¿a dónde voy?”. Y además tiene una presencia especial, una fuerza interior distinta al resto. Es arte, es meditación, es música, es poesía pura. Parece tocado por la mano del mismísimo Dios. Es una lástima que Óscar no sepa hablar: el hecho de que sea un pez hace difícil obtener de él más que un par de burbujas.

#13

Aquella noche, cuando te pregunté

que qué hacía una chica como tú

en un sitio como ese,

me volviste la cara de un tortazo.

“Gracias”, te dije.

Y me fui sonriendo,

convencido de que lo que hacías allí

era sacudir a todo aquél

que se atreviese a preguntarte.

#12

Algún día escucharás hablar de mí, cuando menos te lo esperes. En la pastelería, en un jardín, en el metro. Escucharás hablar de mí a gente que no conoces, pero sabrás a quién se refieren. Dirán cosas que no serás capaz de creer, cosas que jamás habías pensado que ni yo nadie pudiese hacer. Y entonces tratarás de recordarme, pero no podrás. Porque yo ya me habré ido.

#11

Parece ser

que nada es lo que parece.

Y al final será verdad,

que todo parecido con la realidad

es pura coincidencia.

jueves, 21 de octubre de 2010

#10

Creo que después de todo

no me rompiste tanto.

Al fin y al cabo sigo respirando,

moviéndome, pensando.

Sigo pasando las noches despierto

tratando de olvidarte.

Sigo inundando papeles,

y llorando cuando nadie mira.

O tal vez, después de todo,

lo hago porque me rompiste tanto.

#9

Despiértame invierno.

Deslízate sin piedad

por la tinta de mi pluma

y las letras de mis venas.

Llama a las puertas del mundo

y demuéstranos que el frío

puede calentar algunos corazones.

Y después haz que nos temamos,

haz que te temamos,

para que aprendamos a querer.

Congélanos hasta el final,

para que aprendamos a vivir.

#8

Recuerdo el minué que sonaba de fondo en aquél salón francés. Tú me cogiste las manos sin decir una sola palabra, y me sacaste a la pista. Te movías despacio pero completamente segura de cada paso, cada movimiento. Tan aterradoramente volátil. Recuerdo también cómo trataste de enseñarme una y otra vez aquél condenado baile, y cómo yo no podía evitar pisarte continuamente a pesar de mis esfuerzos por no herirte. No sé cuánto tiempo estuve practicando aquél baile, pero debió de ser demasiado: cuando levanté la mirada para sonreírte seguro de que ya no volvería a pisarte, allí no quedaba nadie.

miércoles, 20 de octubre de 2010

#7

Tengo demasiado humo en la cabeza

y demasiado poco dinero en los bolsillos

como para convencerte de lo que digo

o alquilarte el corazón.

Así que utilizaré tanto humo

para fumarme un último cigarro.

Y con las pocas monedas que me quedan

déjame que te pague el taxi de vuelta.

martes, 19 de octubre de 2010

#6

Espero que me perdone, pero voy a tomarme la licencia de recordarle a usted que está vivo. Sí, sí, lo sé, usted ya sabe que lo está, menuda tontería. Pero ¿de verdad está vivo? No me refiero a sus funciones vitales (de las cuales no me atrevería a dudar), sino a su vida. ¿Por cuánto vende usted sus segundos? Si su respuesta ha sido un número, tire este papel antes de que se autodestruya.

#5

Cuando decidí recurrir al saber popular,

resultó que más vale el sol de Antequera

que pájaro en mano,

que la sarna pica siempre,

me congelé a pesar de ver

al grajo volando bajo,

y mis tres pobres tigres

siguieron siendo los más tristes del trigal.

Menos mal que a quien madruga,

Dios le ayuda.

#4

Desde pequeña, a Clara le enseñaron que estudiar era muy importante. “Si se quiere ser alguien en esta vida, hay que tener estudios”, le dijeron sus padres. Y a decir verdad consiguieron su propósito: Clara se dedicó en cuerpo y alma a estudiar. Colegio, bachillerato, universidad, master, doctorado, tesis. Junto con piano y violín, inglés, francés, alemán e italiano. Y no se quedó ahí: siguió estudiando más y más durante toda su vida, por eso de llegar a ser alguien. Tanto, que se olvidó de vivir.

A Juan le tocaron unos padres más empáticos. “Tú vive, hijo” le decían. Y también lograron lo que querían: Juan no se perdió una sola fiesta, no dejó una sola droga sin probar y pasó absolutamente todas las noches que pudo acompañado. Claro está, sólo hasta que sus padres murieron y tuvo que mudarse al banco del parque, esperando cada día que los peatones se hubiesen levantado de humor para dejarle suficientes monedas para comer al menos una vez.

A mí sin embargo, me dijeron “haz lo que quieras”. Y ahora resulta que no sé hacer ninguna de las dos cosas.

#3

Tardé mucho en entender

que lo peor no es que decidieses irte.

Lo peor, con diferencia,

es el espacio que ocupa tu ausencia.

Tan enorme. Tan vacía.

Es curioso que justo entonces,

sin ningún esfuerzo,

me diese cuenta también de que entenderlo

no rellena ningún hueco.

#2

En Julia llovía algunos días, y todas las noches. Siempre me pareció extraño que todo el mundo a su alrededor actuase como si no pasara nada, como si no se enterasen de lo que había allí dentro. Después entendí que realmente no se daban cuenta, y que Julia tampoco tenía la menor intención de dar a conocer al mundo su lluvia personal. Aquel chaparrón no le pertenecía a nadie más. En mi caso, sin embargo, bastó un cruce de miradas para que la tormenta me alcanzase de lleno, porque el azul de sus ojos no era un azul cielo, o mar, o claro u oscuro. Era un azul tormenta. Por suerte, los chubasqueros son algo muy barato hoy en día.

#1

Después de probarlo un par de veces, he decidido morirme al menos una vez al mes. Pero no se equivoquen, no lo hago por capricho. No se trata de que el tiempo allí sea mejor (cuando uno está muerto siempre hace ni frío ni calor), de que la compañía allí sea más agradable, del dinero que ahorro en comida, de evitar levantarse temprano o de que tenga una imperiosa necesidad de Dios o del diablo (según haya tenido el día). No es eso. He decidido morirme al menos una vez al mes simplemente porque me he dado cuenta de que es cuando más me quiere la gente. Cuando estoy muerto.

Claro que tiene sus inconvenientes y luego, cuando uno resucita, hay que andar pidiendo disculpas a todos. Afortunadamente ustedes son bastante comprensivos. Y además, nadie le guarda rencor a nadie por morirse, ¿verdad?

¿De qué va esto?

He de confesar que no lo sé.

Puedes haber llegado hasta aquí de dos maneras: de rebote por la red, o porque has encontrado un papel huérfano en la calle. El caso es que has llegado.

Más de una vez me han dicho que si no me gustaba como vivimos hoy en día tenía tres opciones: aguantarme, irme o tratar de cambiarlo. La primera queda descartada por pura cabezonería. Y como tiendo a lo complicado, lo de irme al monte no me parece una elección razonable (al menos por el momento). Desde luego no soy capaz de modificar leyes, organizar una revolución ni cosas del estilo, así que me decidí por algo más simple: unas cuantas letras. No van a cambiar nada, pero si han sido o son capaces de sacarte aunque sea un segundo de la monotonía, me doy por satisfecho.

El tema de los papeles abandonados es sólo porque me pareció la mejor manera de llegar a gente totalmente diferente: puede recogerlo una chica de doce años, un estudiante universitario, una señora de la limpieza, o un jubilado.

El blog es otra historia, sinceramente no sé por qué te he traído hasta aquí. No tienes que hablar si no quieres, y si quieres hacerlo eres libre de decir lo que te plazca (siempre y cuando no se salgan de tono los comentarios, claro). Y ya que estás aquí, sería genial que buscases el número de tu papel en el blog y me dijeses dónde lo has encontrado ;)

Tengo un par de ideas sobre hacia dónde llevar esto en función de cómo evolucione, pero a día de hoy todavía es un misterio. A ver qué pasa.

Y bienvenido.

Derechos de autor

Soy consciente de lo irónico de esta sección: voy dejando papelitos por doquier con relatos y poemas, ¿cómo voy a pedir derechos de autor?. Pues no lo hago y punto. Puedes hacer lo que quieras con los textos, puedes colgarlos donde quieras, utilizarlos para ligar con alguien (pero luego me cuentas qué tal ¿eh?), llevarlos como si fuera la redacción que tenías que hacer para mañana, o envolver el pescado con ellos. Si por algún lado dices que los has encontrado aquí o que son míos pues oye, mejor (y gracias). Y si no, pues tampoco pasa nada.

Las palabras, al menos estas, son de todos. Simplemente hay que juntarlas.