martes, 19 de octubre de 2010

#4

Desde pequeña, a Clara le enseñaron que estudiar era muy importante. “Si se quiere ser alguien en esta vida, hay que tener estudios”, le dijeron sus padres. Y a decir verdad consiguieron su propósito: Clara se dedicó en cuerpo y alma a estudiar. Colegio, bachillerato, universidad, master, doctorado, tesis. Junto con piano y violín, inglés, francés, alemán e italiano. Y no se quedó ahí: siguió estudiando más y más durante toda su vida, por eso de llegar a ser alguien. Tanto, que se olvidó de vivir.

A Juan le tocaron unos padres más empáticos. “Tú vive, hijo” le decían. Y también lograron lo que querían: Juan no se perdió una sola fiesta, no dejó una sola droga sin probar y pasó absolutamente todas las noches que pudo acompañado. Claro está, sólo hasta que sus padres murieron y tuvo que mudarse al banco del parque, esperando cada día que los peatones se hubiesen levantado de humor para dejarle suficientes monedas para comer al menos una vez.

A mí sin embargo, me dijeron “haz lo que quieras”. Y ahora resulta que no sé hacer ninguna de las dos cosas.

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